Viernes 08 de Abril de 2011 17:12
Una investigación de la Universidad de Missouri (EEUU) sostiene que la razones que aducen los estudiantes para hacer trampa son racionales, y que aplicar castigos más severos no resolverá el problema. En cambio, los autores proponen que los profesores comuniquen con mayor claridad las reglas aplicables y sean consistentes en su cumplimiento, como el mejor modo de reducir la copia y el plagio en los ambientes educativos.
Si bien una mayoría de alumnos sostuvo que bajo ninguna circunstancia estaba justificado hacer trampa, un 35% sugirió circunstancias tales como "una crisis existencial"
"La investigación muestra que pocos estudiantes se preocupan por ser descubiertos cuando piensan en hacer trampa", sostiene Brent. "La lógica es parecida a 'ésto no es justo`, o 'no sabía', u otras razones que influyen con más fuerza que el pensamiento de ser atrapados y tener que enfrentar un castigo".
Que se aplique el raciocinio para justificar las trampas no necesariamente implica que estén justificadas. Sin embargo, Brent piensa que las razones que esgrimen los estudiantes podrían ayudar a los educadores a desarrollar soluciones para reducir la copia y el plagio.
Los educadores deberían definir sin ambigüedades las reglas y las expectativas, en lo que Brent llama "el contrato estudiante-profesor
Si ese contrato se rompe, por ejemplo cuando el profesor evalúa ítems no cubiertos en clase, las racionalizaciones de los estudiantes acaban siendo justificadas.
"Si los instructores dictan clases mal concebidas y sin requerimientos claros, los estudiantes tendrán múltiples oportunidades para racionalizar la trampa", dice Brent. "Clases bien diseñadas, con objetivos claros sobre las evaluaciones y con materiales bien identificados, satisfarán las expectativas de los estudiantes, disminuirán las trampas y mejorarán el aprendizaje"
Los resultados fueron publicados en el periódico Research in Higher Education. También se los difundió en charlas que Brent y Atkisson dieron en el Oxford Internet Institute y la Universidad de Surrey en el Reino Unido.
Fuente: Science Daily, EEUU. Leer nota original.
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